martes, 28 de octubre de 2008

¡Qué bien se vive en Tudela!


A medio camino entre Pamplona, Zaragoza, Logroño y Soria, el caudaloso río Ebro riega las fértiles tierras de la Ribera de Navarra. Gracias a su situación estratégica, su capital, la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Tudela, disfruta de la tranquilidad de una población pequeña (unos 38.000 habitantes), pero también de todos los servicios y el desarrollo de una cabecera de provincia. Es también su privilegiada posición geográfica uno de los principales factores por los que hablar de Tudela es hablar de historia.

Al margen de los indicios que demuestran la presencia de asentamientos humanos en la zona desde el paleolítico inferior, restos de cerámica romana hallados en la principal colina que domina la ciudad y en su casco antiguo hacen suponer que a partir del siglo I la zona se trataba de un importante paso del río Ebro, probablemente controlado por el municipio romano de Cascante (Cascantum). Fue sin embargo bajo la dominación árabe cuando Tudela se convirtió en un núcleo urbano relevante con población estable. De hecho, en el siglo IX y bajo la dinastía de los Banu Qasi, descendientes de nobles visigodos convertidos al Islam, la capital sureña de Navarra llegó a ser el segundo asentamiento más importante de la Taifa de Saraqusta (Zaragoza) y una de las zonas de mayor disputa fronteriza entre cristianos y musulmanes. Tras ser reconquistada en 1119 por Alfonso I el Batallador y durante más de 400 años, convivieron en Tudela cristianos, musulmanes y judíos, cada una de las culturas bajo su propia jurisdicción y en barrios diferentes. La morería y la judería de Tudela llegaron a ser de las más prestigiosas de Navarra.
El casco viejo de la ciudad es sin duda el mejor reflejo de la rica historia de Tudela y de tal mezcolanza de culturas. Sobre él se impone majestuosa la torre principal de la Catedral de Santa María, construida a finales del siglo XII sobre los cimientos de la Mezquita mayor de Tudela (siglos IX a XI), su Puerta del Juicio es una de las obras góticas más admiradas de la comunidad foral. Junto a ella y con acceso a sus claustros y a la Sinagoga Vétula, construcción mudéjar de tradición almohade fechada en los siglos XIII y XIV, el Palacio Decanal da cobijo al Museo de Tudela, que alberga el valioso legado religioso de la ciudad. Su fachada principal es una bonita obre plateresca de 1515. Es obligada también la visita a la Iglesia de la Magdalena, construida en la segunda mitad del siglo XII sobre una iglesia mozárabe y que se trata de uno de los más excepcionales ejemplos de la belleza austera del románico navarro.


La arquitectura civil del casco antiguo de Tudela no se queda para nada a la zaga. El Caminante podrá disfrutar, por ejemplo, de la armonía renacentista del palacio del marqués de San Adrián, sede de la UNED cuyo patio interior se muestra adintelado sobre columnas toscanas y en la parte superior con arquillos apoyados en columnas de capitel vegetal. En la preciosa calle de la Rúa se encuentra la conocida como Casa del Almirante, un ejemplar genuino de casa señorial urbana, con rica ornamentación plateresca en los balcones, galería de arquillos de estilo aragonés y alero. El barroco también tien su representación urbana en el palacio del marqués de Huarte, que actualmente aloja la Biblioteca Municipal.


A pesar de la monumentalidad y el valor histórico de muchos de los edificios del centro de la ciudad, lo que más apreciará el visitante será una mañana de domingo paseando por sus tranquilas y sombrías callejuelas, sus bonitos rincones y su evocador adoquinado. La plaza de San Jaime, la calle de Cortadores, la ya mencionada Rua o la calle Dombriz son sólo algunos de esos lugares recomendados. Más allá del casco antiguo, es indispensable pasear por la Plaza de los Fueros, una plaza de 1687 en parte porticada dominada por la Casa del Reloj, desde la que en fiestas se lanza el chupinazo, y que, con su típico quiosco en el centro y decorada con escenas taurinas y escudos heráldicos de las poblaciones que forman la Ribera de Navarra, constituye el centro neuralgico de la ciudad.


Si lo que se desea es disfrutar del paisaje, lo más adecuado es caminar hasta el Sagrado Corazón de Jesús, en el cerro de Santa Bárbara, donde antiguamente se alzaba el castillo de Tudela y desde el cual se puede divisar toda la Ribera del Ebro con su magnífico puente de 17 arcos de diferentes estilos arquitectónicos, así como el Desierto de las Bardenas, al que sin duda merece la pena hacer una exursión. También desde allí puede divisarse la Torre Monreal, una atalaya de la Edad Media cuya forma actual data de la última guerra carlista (1873) y que, cuenta la leyenda, antaño estaba comunicada con la catedral por un pasadizo secreto. Hoy en día alberga una cámara oscura desde la cual también se puede observar toda la ciudad.
En Tudela, las palabras mañana, domingo y paseo están irremediablemente ligadas al tradicional pincheo. Un fajico en el Jose Luis, un cuadradito en Le Bistrot, o un foie en el Bar Moncayo son auténticas delicias que únicamente aquí podrás descubrir. Y es que si ya de por sí la gastronomía navarra tiene buena fama, la propia de la Ribera del Ebro ve multiplicado su prestigio gracias a las fantásticas verduras y hortalizas a las que zonas como la Mejana dan origen. La menestra tudelana, alcochafas con almejas, pochas de Tudela, pimientos del piquillo rellenos, cardo, borraja, merluza a la tudelana y, por supuesto, los internacionalmente conocidos espárragos y cogollos.

Sobre las Fiestas de Santa Ana (última semana de julio), lo que algunos llaman los pequeños Sanfermines, se podría hablar largo y tendido en otro artículo. El Volatín y la Bajada del Ángel, ambos eventos declarados de interés turístico nacional, tienen lugar durante el fin de semana de Semana Santa y se viven con especial alegría en la ciudad. También es el caso de las Jornadas de la Verdura a primeros de mayo y del Olentzero el día de Nochebuena.

La ciudad de Tudela es un núcleo de tradición y folclore con el sabor del norte y la hospitalidad y la alegría propias de las gentes del valle del Ebro, que por su nutrida historia y su fecunda cultura recibirá a El Caminante con los brazos abiertos y numerosas sensaciones que en ningún otro lugar podrá experimentar.

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La Ruta del Caminante







Iñaki Sanjuán Pérez

lunes, 20 de octubre de 2008

Oviedo podría ser un escenario de cuento de hadas

"Vengo de una ciudad enorme, gigantesca, con multitudes, ruido... y llego aquí donde todo es antiguo, limpio y agradable... como si no fuera de este mundo, exótico. Cuando me vaya el sábado tendré la sensación de haber vivido un cuento de hadas...". Éstas fueron las palabras que pronunció Woody Allen en Oviedo cuando acudió hace seis años a recoger el galardón de los Premios Príncipe de Asturias. El cineasta neoyorquino quedó embelesado por la pequeña ciudad, como seguramente lo haga el caminante que se decida a explorar esta carismatica localidad del norte español. Y es que Oviedo esconde multitud de rincones de ensueño que el visitante podrá disfrutar durante su estancia.


La estación de tren recibe a los foráneos en el centro de la ciudad al estar situada en la comercial y transitada Calle Uría. Una estación majestuosa que introduce al extraño en la especial atmósfera ovetense. El paseo por "La Uría" ofrece la posibilidad de un día de compras por sus populares tiendas y grandes almacenes. Si no se deja absorver del todo por los llamativos escaparates, podrá percatarse de la existencia de algunas fachadas características del siglo XIX, época en la que se decidió construir la arteria principal de la ciudad. Casas y chalets al estilo de la colonia americana se entremezclan con edificaciones propias ya del siglo XX.

En el último tramo de la larga calle, el caminante tropieza con el pulmón de la ciudad: el Campo de San Francisco. Los orígenes de este famoso parque se remontan al siglo XIII cuando se funda un monasterio franciscano en esos terrenos y el conocido campo nace siendo el propio huerto del convento. Un jardín botánico con decenas de especies, un quiosco de música del siglo XIX, el popular estanque de patos; son, entre muchos otros, algunos de los rincones que guarda el campo de San Francisco.



Frente al céntrico parque, de cara otra vez a la calle Uría, se puede ver la Plaza de la Escandalera donde se encuentra la popular estatua titulada "La Maternidad" del escultor colombiano Fernando Botero. Popularmente se le denomina "la gorda" y es punto de encuentro para los ovetenses. Por una de las esquinas de la plaza se asoma el Teatro Campoamor. Escenario de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, este emblemático teatro se erigió a finales del siglo XIX para que la incipiente burguesía pudiera disfrutar de ópera y otro tipo de espectáculos. La fachada principal todavía revela signos de aquella época. En una plaza que se abre delante de una de las paredes del teatro, se aloja el carbayón (gran roble en asturiano) y que da nombre a los vecinos de la ciudad. Los carbayones se han reunido en torno al centenario árbol a lo largo de su historia.

La catedral de Vetusta, principal escenario de La Regenta de Clarín, sigue siendo hoy uno de los lugares con más encanto de la localidad. La Santa Basílica Catedral de San Salvador, de estilo gótico, preside el casco antiguo y ante ella se abre un plaza peatonal llena de bullicio tanto de día como de noche. Allí también se encuentra la estatua conmemorativa de Ana Ozores, la Regenta, posando para los múltiples turistas que desean hacerse una foto con ella.

A pocos pasos de la catedral nos encontramos con la Plaza del Fontán, pequeño espacio porticado de casas de diversos colores con amplios soportales. En el Fontán, miércoles y sábados se lleva a cabo el mercado de la ciudad. El novelista Ramón Pérez de Ayala, ovetense célebre, describió con cuidadas palabras el curioso rincón:

Un ruedo de casas corcovadas, caducas, seniles. Vencidas ya de la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de los porches. La plaza es como una tertulia de viejas tullidas, que se apuntalan en sus muletas y hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se vierten todas las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La plaza del mercado es el archivo histórico de Pilares [Oviedo].

Las sidrerías que acoge el Fontán y el denominado Bulevar de la Sidra, la Calle Gascona, son buenos sitios para poder degustar la tradicional comida asturiana y una (o unas) buena sidrinas.



La fabada, los escalopines al cabrales, los chorizos a la sidra, los frixuelos, las casadiellas; conforman un amplio menú que en Oviedo puede degustar el caminante si lo desea. Después, y con la sidra haciendo ya de las suyas, quien quiera continuar la fiesta puede desplazarse hasta la hermosa calle Mon en el casco antiguo. Allí los bares y los pubs se adueñan de uno de los lugares más bonitos de la ciudad haciendo de la noche ovetense una noche especial.

Para Woddy Allen, Oviedo es una ciudad sacada de un cuento de hadas. Lo sea o no lo sea, Oviedo es una ciudad para ir a visitarla sin dudar.

Si aún así le quedan dudas, le proponemos un paseo virtual por la ciudad....



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La Ruta del Caminante



Irene Fernández

lunes, 13 de octubre de 2008

Mérida, el lugar donde el Imperio Romano aún existe

Apenas son las ocho y media de la mañana y comienza a amanecer en Emérita Augusta, capital de la provincia romana de Lusitania o, lo que es lo mismo, Mérida. Fundada en el año 25 a.C la ciudad conserva todos los encantos que la hicieron ser una de las capitales del gran Imperio Romano.

Cuando los primeros rayos del sol asoman los vecinos comienzan sus trabajos. Un ir y venir de gente por las calles anuncia que la hora del descanso ha finalizado. Camiones, coches, furgonetas... recorren apresurados unas calles con años de historia. Calles que fueron pisadas por emperadores y también esclavos.

El cardo maximus y el decumanus maximus, las principales calles romanas, albergan hoy el principal centro comercial de la ciudad. Siglos atrás configuraban el acceso y salida de Emérita. Hoy, cientos de personas caminan por las losas para hacer sus compras, muchos desconocen que atraviesan la principal vía de comunicación de la capital de Lusitania.

El caminante que acuda a Mérida tiene toda la historia de la ciudad a su alcance. No necesita coche, no depende del autobus. Basta un paseo para poder transladarse cientos de años atrás. En el mismo centro de la ciudad se encuentra el Templo de Diana, una majestuosa construcción dedicada a la diosa del mismo nombre que hoy se conserva en todo su esplendor. Las noches de verano el templo alberga representaciones teatrales que cientos de turistas acuden a ver todos los años.

Y es que las artes escénicas estaban muy presentes en Emérita Augusta. Lo estaban y siguen estando. El teatro se ha convertido en una de las señas de identidad de la capital extremeña. Los meses de julio y agosto se celebra el Festival de Teatro Clásico donde se representan diversas obras en un escenario único: el Teatro Romano. Las columnas, frisos y estatuas hacen que no se necesite más decorado que el que ofrece el propio teatro.

También en el centro de la ciudad y al lado del Teatro se construyó el Anfiteatro. Un recinto que sirvió para cobijar las luchas de gladiadores y fieras. Ahora las peleas han dejado pasado a representaciones teatrales.











Paseo virtual por la ciudad romana

Pasear por la ciudad es un regalo para la vista. Las riberas del Guadiana son el camino perfecto para contemplar el Puente Romano, el Acueducto de los Milagros o Alcazaba Árabe. Cualquier rincón de la ciudad huele a historia: el Arco Trajano, el Foro Romano, las Termas Romanas, el Circo Romano… Todo en esta ciudad tiene que ver con el Imperio.

Monumentos de la época romana conviven con los más modernos y funcionales como el Palacio de Congresos o la Biblioteca del Estado, situados en uno de los márgenes del Guadiana. Este río que atraviesa y divide la ciudad se ha convertido en un importante lugar de ocio. Sus márgenes se han utilizado para la construcción de diversas pistas deportivas y en sus aguas navegan piragüistas.

Si el caminante aún tiene ganas de seguir conociendo más detalles de la cultura romana podrá hacerlo en el Museo Nacional de Arte Romano, situado junto al Teatro, en pleno centro de Mérida. Una calle repleta de bares donde podrá degustar los típicos productos extremeños a la vez que se empapa de la cultura de los romanos.

Cuando el sol comienza a ponerse la actividad continúa en la capital lusitana. Pubs, restaurantes, teatros, cafés… Un sin fin de actividades que hacen que el caminante no se aburra en ningún momento. Para aquellos a los que aún les sobren fuerzas pueden hacerse una escapada por el Parque Natural de Cornalvo. Y para los más aventureros siempre queda darse una vuelta por los pueblos de la comarca y seguir conocimiento algunos aspectos de una comunidad, Extremadura, aún por explorar.

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La Ruta del Caminante


Isabel Barrena Ceborro