El Bierzo es la única comarca reconocida por la Comunidad Autónoma de Castilla y León, aunque se cree independiente por tener tanto rasgos gallegos como leoneses. El habla de sus gentes demuestra esta gracia causada por su localización geográfica: los bercianos hablan castellano con un cantarín acento gallego. La bandera de esta zona recoge la cruz de San Andrés y combina los colores blanco y azul. Estos colores hacen guiño al Sil, río por excelencia de la zona y afluente del Miño. El dicho popular dice aquello de: "El Sil lleva el agua y el Miño la fama". Ya se sabe entre gallegos y bercianos hay algo de amor-odio.
Si el Castillo del Temple era el icono de Ponferrada, el paraje de Las Medulas lo es de toda la comarca. Este Patrimonio de la Humanidad engaña al ojo del visitante. Quien hasta allí se desplace quedará embelesado de sus majestuosos paisajes y creerá que es obra y arte de la naturaleza. Pero no, el ser humano tuvo mucho que ver, eso sí fue hace ahora muchos muchos años. La importante riqueza en metales preciosos, fundamentalmente oro, que presentaba el Noroeste de la península explica el interés del Imperio Romano por la zona de cántabros y astures. La explotación aurífera de Las Médulas es la mayor de las que se conocen en el Noroeste del país y quien se atreve a afirmar que de todo el Imperio Romano.
Sin duda, el caminante se preguntará cómo los romanos conseguían obtener oro de esas enormes montañas. Una red de canales o "corrugi" captaban el agua en el nacimiento de los ríos y arroyos existentes de los Montes Aquilianos. El agua se transportaba a depósitos ("piscinae" o "stagna"), situados en la parte alta de la montaña, hasta llenarlos, para después soltarla repentinamente. A su paso por las galerías abiertas en las entrañas de la montaña se conseguía el derrumbamiento y el arrastre hacia los canales de lavado, las "agogae". Todo esto es explicado en la Aula Arquológica de Las Medulas, allí el viajero podrá encontrar respuesta a las múltiples preguntas que seguro le invaden viendo tal interesante lugar.
Además de los romanos, un conjunto de eclesiásticos vivieron durante la Edad Media en El Bierzo. Allí promovieron la vida eremítica mediante la formación de monasterios. Por eso, aquél que visite la zona se encontrará con uno de estos a cada paso. Sin duda alguna, los más relevantes son el Monasterio de Carracedo y el de Santiago de Peñalba.
El Monasterio de Santa María de Carracedo dejará boquiabierto al visitante. El hermoso paisaje de los alrededores y el amplio monasterio hacen que el turista se quede muy satisfecho de su visita. El monasterio se remonta al siglo X en el que el rey Bermudo II dona una finca para acoger a los monjes que huían de las incursiones de Almanzor. Aquel monasterio, fue restaurado en el siglo XII por la infanta doña Sancha. Entre sus paredes podemos distinguir una amplia serie de estilos arquitectónicos: románico de transición de la primitiva iglesia, construida en 1138, gótico del Mirador de la Reina), renacimiento (claustro, refectorio y sacristía), barroco y neoclásico (iglesia inconclusa). En 1.928 Santa María de Carracedo fue declarado Monumento Nacional.
Mientras, el Monasterio de Santiago de Peñalba, más humilde en cuanto a tamaño, esconde entre sus viejas paredes mucho encanto. Fue el monje eremita San Genadio quien siendo obispo de Astorga fundó este monasterio construido entre los años 909 y 916. La iglesia, por su lado, data de fechas algo posteriores y fue consagrada en el 1105. Es de destacar que, a pesar de la antigüedad, la construcción ofrece un aspecto exterior de un conjunto armónico y bien proporcionado en sus volúmenes.
Si la agradable visita ha abierto el apetito. No hay que olvidar los inmejorables manjares de esta tierra. Entre sus riquezas culinarias se encuentra el botillo, la androlla, los pimientos, la manzana reineta, la pera conferencia, las castañas, las cerezas y sus vinos de la variedad mencía bajo la Denominación de Origen del Bierzo.
Inormación adicional:
Más información: Turismo en el Bierzo
Para dormir: Turismo rural en el Bierzo
La ruta del caminante
Irene Fernández
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